
TERCERA JUAN: EL RELATO ACERCA DE TRES HOMBRES
La tercera epÃstola de Juan nos ofrece una panorámica de la vida en la iglesia primitiva, acompañando de forma maravillosa a la segunda epÃstola, que fue dirigida a una mujer cristiana acerca de cómo enfrentarse con los falsos maestros que existÃan en aquellos dÃas.
La tercera epÃstola de Juan fue escrita a un hombre cristiano acerca de cómo debÃa atender a los verdaderos maestros que viajaban de un sitio a otro proclamando la palabra de Dios. Por lo tanto, hallamos tanto un contraste como cierta semejanza entre estas dos epÃstola de puño y letra de Juan.
Esta tercera epÃstola nos muestra algo acerca del problema causado por las diversas personalidades dentro de la iglesia y en ella se mencionan a tres personas. Hay un hombre, llamado Gayo, al cual va dirigida esta epÃstola. Hay un segundo hombre, llamado Diótrefes y un tercero llamado Demetrio. Estos tres hombres son como tres clases diferentes de cristianos que se encuentran en la iglesia durante cualquier época. Al igual que sucede con todas las epÃstolas del Nuevo Testamento, esta es una epÃstola muy actualizada y sumamente importante. Para comenzar, tenemos a un hombre llamado Gayo. Puede que éste sea uno de los tres Gayo que se mencionan en otros lugares del Nuevo Testamento, aunque Gayo era un nombre muy corriente en los tiempos novotestamentarios, como lo es Juan. Sea como fuere, es evidente que Juan le conocÃa y le dirige esta carta en tono cálido y amistoso. A juzgar por lo que leemos, llegamos a la conclusión de que Gayo era un hombre afable, cordial y generoso. Es importante fijarse en tres cosas que Juan dice acerca de él. En primer lugar, era un hombre que tenÃa un alma fuerte y eso es lo que hizo que Juan sintiese un profundo aprecio por él.
"Mi oración es que seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, asà como prospera tu alma." (3ª Juan 2)
Aunque en otras versiones la manera de expresarlo sea un poco diferente, estas son las palabras que hallamos en la Reina Valera Actualizada, que es una interpretación más exacta.
Creo que esas son palabras maravillosas para decÃrselas a una persona ¿no es asÃ? "Ojalá que seas igualmente fuerte en cuerpo como lo eres en el espÃritu. SerÃa interesante aplicar esta prueba a las personas actualmente. Si su aspecto fÃsico fuese un reflejo de su estado espiritual, ¿qué aspecto tendrÃa usted? ¿SerÃa usted una persona robusta, fuerte y viril? ¿O serÃa usted un debilucho y decrépito, que a penas si se puede mover? Gayo era la clase de persona acerca del cual podÃa decir el apóstol Juan: "ojalá tu vida fÃsica fuese tan fuerte como tu vida espiritual.
Además era consistente en sus acciones:
"Pues me gocé mucho cuando venÃan hermanos y daban testimonio de tu verdad, es decir, de cómo andas en la verdad." (v. 3)
Su vida era un testimonio de la verdad y lo que impresionó a Juan no fue el hecho de que conociese la verdad, sino de que la siguiese y la viviese. TenÃa una vida consistente, porque no predicaba una cosa y luego hacÃa otra, sino que andaba en la verdad y, finalmente, era generoso en cuanto a su manera de vivir:
"Amado, fielmente procedes en todo lo que haces a favor de los hermanos, y más aún cuando son forasteros. En presencia de la iglesia, ellos han dado testimonio de tu amor. Si los encaminas como es digno de Dios, harás bien." (vs. 5, 6)
Una de las señales de que una persona ha sido realmente tocada por Dios es el hecho de que se muestra generosa con su dinero. Da con generosidad, con buena actitud y con gozo, tal y como le gusta a Dios. Y este hombre es fiel (leal) a la hora de dar, lo cual quiere decir que da de manera continuada y sistemática. No da solo cuando se deja llevar por sus emociones y cumple, continuando fielmente con la obra que ha prometido realizar.
Lo que también está claro es que daba con gozo, porque Juan dice "como es digno de Dios o como beneficia a su obra. Dios no quiere que nosotros demos porque nos sintamos obligados o porque alguien está recogiendo una ofrenda especial. O porque sintamos que si no lo hacemos, otros cristianos nos miraran con desprecio y Gayo da porque se deleita en hacerlo.
En un momento volveremos a los versÃculos siete y ocho, pero primero veamos quién era este hombre llamado Diótrefes:
"He escrito a la iglesia; pero Diótrefes, quien ambiciona ser el primero entre ellos, no nos admite. Por esta causa, si voy allá, haré recordar las obras que hace y cómo nos denigra con palabras maliciosas. No satisfecho con esto, él mismo no admite a los hermanos; además, impide a los que los quieren recibir y los expulsa de la iglesia. Amado, no imites lo que es malo, sino lo que es bueno. El que hace lo bueno procede de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios." (3ª Juan 9-11)
Este es el primer ejemplo en la iglesia novotestamentaria de un jefe en la iglesia, alguien que intenta dirigir la iglesia. Puede haberse tratado de un anciano o de un diácono o tal vez de un pastor, es difÃcil saberlo, pero se trata sin duda de alguien que consideraba su labor como el responsable de decir a todo el mundo en la iglesia lo que debÃa de hacer. Parece ser que en la iglesia primitiva tenÃan alguna clase de lista de los miembros y si a Diótrefes habÃa una persona que no le agradaba, borraba su nombre de la lista y la echaba de la iglesia y Juan está totalmente en contra de eso, dando claramente a entender que Diótrefes era culpable de cuatro actitudes y acciones particularmente equivocadas. Para empezar, Juan dice que era culpable de denigrar al apóstol "denigrando [predicando] en contra mÃa con palabras maliciosas y negando la autoridad del apóstol Juan.
Sabemos, basándonos en lo que dicen otras epÃstolas, que los apóstoles desempeñaban un papel único en la historia de la iglesia. DebÃan de poner los fundamentos de la iglesia y les habÃa sido concedida la autoridad necesaria para resolver los temas concernientes a la iglesia y es precisamente esta palabra apostólica la que nos transmite el Nuevo Testamento y por eso es por lo que tiene tal autoridad para los cristianos. Asà que tenemos aquà el caso de un hombre que no solo hacÃa caso omiso de la autoridad del apóstol Juan, sino que además hablaba en su contra, diciendo cosas calumniosas y maliciosas contra el apóstol.
Es más, dice que Diótrefes se niega a recibir a los hermanos que iban cuando los ministros que viajaban de un lugar a otro, hablando la verdad de Dios, iban a la congregación y no querÃa tener nada que ver con ellos, echándoles y negándose a permitir que hablasen en la iglesia.
Una tercera cosa es que echaba de la iglesia a aquellos que hubiesen recibido en sus casas a estos hombres. Se complace en lo que podrÃamos llamar actualmente "la separación secundaria. No solo estaba en contra de los hombres que venÃan, sino en contra de aquellos que estaban dispuestos a recibirles y esa ha sido una de las maldiciones de la iglesia desde entonces. Por causa de esta tendencia a negar la amistad cristiana a alguien que le cae bien una persona que no le cae bien a usted, se han producido en la iglesia extensas disensiones, perjudicando y haciendo un daño que ya no se puede deshacer en modo alguno.
Pero de esas tres ofensas, ninguna de ellas era tan grave como aquella a la que Juan le concede el primer lugar. El problema más grave que tenÃa Diótefres era que el se ponÃa el primero. Le encantaba ser el primero, que delata a todas luces que estaba actuando conforme a la carne, el yo primero. Yo primero y que el demonio se quede el postrero. Al actuar de ese modo, estaba privando al Señor de su derecho a ocupar el primer lugar, pues es él quien tiene derecho a la preeminencia. El debiera ocupar el primer lugar, pero en este caso el hombre se coloca el primero y eso es algo realmente muy grave.
Por desgracia, actualmente hay en las iglesias demasiados hombres como Diótrefes y siempre se caracterizan por esta actitud, queriendo ser los primeros y deseando parte de la gloria. Privan a Dios de su herencia, robando lo que solo le pertenece al Todopoderoso. Recuerdo haber leÃdo hace algunos años que el Dr. H.E. Robertson, un destacado dirigente entre los Bautistas del Sur y un gran erudito en el griego, escribió en cierta ocasión un artÃculo sobre Diótrefes en una revista de su denominación. Algún tiempo después el editor informó que le habÃan escrito veinticinco diáconos para anular sus suscripciones, sintiéndose personalmente atacados.
Veamos ahora cuál es el consejo de Juan con respecto a esta situación, pero dese cuenta de que lo que no hace es aconsejar a Gayo que cree una división en la iglesia, sino que dice:
"Amado, no imites lo que es malo, sino lo que es bueno. El que hace lo bueno procede de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios." (v. 11)
En otras palabras, no sigas a estos hombres que lo que quieren es la preeminencia. Si te encuentran con alguien que está siempre con intrigas a fin de ocupar un puesto en las relaciones cristianas, deseando estar siempre a la vista de los demás, no le sigas porque está siguiendo su propio camino y no el de Dios.
Finalmente se menciona aquà a un tercer hombre, Demetrios, y todo lo que sabemos acerca de él es lo que nos dice Juan:
"Se ha dado buen testimonio acerca de Demetrio de parte de todos y aún por la misma verdad. También nosotros damos testimonio, y sabiendo que nuestro testimonio es veraz." (v. 12)
En este caso habla como un apóstol que posee el don del discernimiento. En este caso dice: "Quiero enfatizar lo que todo el mundo opina acerca de Demetrio. Es un hombre en el que se puede confiar, un hombre que anda conforme a la verdad y que ha dado testimonio en todo lo que es, dejando bien claro que se puede confiar en él. Es evidente que Demetrio fue el que le llevó esta epÃstola a Gayo, y probablemente fuese uno de esos misioneros que viajaba de un lugar a otro. He reservado los versÃculos siete y ocho hasta ahora para comentar acerca de Demetrio, debido a que describen a la clase de hombre del cual él era una muestra:
"Porque partieron por amor del Nombre, sin tomar nada de los gentiles. Por lo tanto, nosotros debemos sostener a los tales, para que seamos colaboradores en la verdad." (v. 7, 8)
Estas palabras describen al primer grupo de misioneros viajeros, que al trasladarse de un lugar a otro disfrutaban de la hospitalidad de las diferentes iglesias. Realizaban la labor de evangelistas en esa región, llegando a lugares en los que la iglesia aun no habÃa estado, recibiendo el sustento y siendo fortalecidos por las diversas iglesias.
El apóstol Juan dice tres cosas acerca de ellos. Lo primero que dice es que han partido, dejando cosas tras de sÃ. HabÃan sacrificado sus ingresos y su trabajo, marchándose con el propósito de obedecer a un llamamiento mucho más elevado. No todo el mundo se marchaba y eso es tan cierto en el caso de la iglesia primitiva como lo sigue siendo en la actualidad, pero habÃa otros a los que el EspÃritu Santo les decÃa: "Ven, te he llamado para que realices una labor especial. El motivo también se explica aquÃ: "partieron por amor del Nombre...el nombre de Jesús.
Durante los tiempos del Antiguo Testamento, los judÃos trataban el nombre de Dios de una manera muy especial. Al nombre de Dios, Jehová, que aparece por todo el Antiguo Testamento, se le llamaba el Inefable Tetragramatón. La palabra "Tetragramatón significa cuatro letras e inefable quiere decir que no se puede pronunciar o transmitir. De manera que cuando se encontraban con estos cuatro caracteres hebreos, que representan el nombre de Dios, no se atrevÃan a pronunciarlos, debido a que era un nombre tan santo. Incluso cuando el escriba lo escribÃa, cambiaba de pluma y escribÃa con otra, además llegaban incluso a cambiarse de ropa antes de escribir el nombre sagrado, por la reverencia con la que consideraban el nombre de Dios. En el conocido pasaje de Deuteronomio: "Escucha Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (Deut. 6:4) el nombre aparece dos veces, lo cual requerÃa el que se cambiasen dos veces de ropa y cuatro de pluma para poder escribir.
En el Nuevo Testamento, sin embargo, el nombre que se usa es Jesús. El apóstol Pablo dice:
"Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es el Señor." (Fil. 2:9-11)
El amor por el nombre era el motivo fundamental de la obra misionera durante el primer siglo y ese debiera ser el motivo que sirva de fundamento a los misioneros actuales. No es la necesidad de las gentes lo que nos llama a acudir a los diferentes lugares de la tierra para predicar el evangelio. La necesidad es abundante por doquiera porque toda persona que no tiene a Cristo está necesitada y en ocasiones los casos más patéticos no son los de aquellas personas que tienen necesidades fÃsicas, sino las que lo tienen todo, desde el punto de vista material, pero que se sienten desgraciados en el fondo de su espÃritu.
Recuerdo cuando John R.W. Scott, hablando en una conferencia, dijo que era principalmente el celo por el nombre de Dios, la convicción de que no se le debiera negar lo que le pertenece por derecho propio, lo que debiera ser el motivo primordial de los misioneros, el hecho de que el Señor Jesús haya muerto por los pecados de los hombres de todo lugar y que anhela que vengan de toda tribu, lengua y nación, para formar un pueblo en su nombre.
Pero veamos la parte que debe representar el pueblo que se queda en su propia nación:
"Por lo tanto, nosotros debemos sostener a los tales, para que seamos colaboradores en la verdad." (v. 8)
¿No serÃa maravilloso que al llegar a la gloria, Dios escribiese "SCV después de su nombre, además de cualquier otro tÃtulo que pueda usted tener, es decir "Socio Colaborador en la Verdad. ¡Qué gran tÃtulo!
Al llegar a este punto, Juan finaliza esta epÃstola con unas palabras personales:
"TenÃa muchas cosas que escribir, pero no quiero hacerlo por medio de tinta y pluma. Mas bien, espero verte dentro de poco y hablaremos cara a cara. La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno por nombre." (v. 13-15)
¡Qué epÃstola tan Ãntima! Da la impresión de proceder no solo de Juan, sino del mismo Señor. A mi me gusta leer esta epÃstola como si fuese un reflejo de lo que el Señor Jesús le está diciendo a su propia iglesia. Lo que realmente nos está diciendo es: "Hay mucho acerca de lo que escribiros. Aquà ha escrito un libro entero y tiene mucho más que decirnos, pero dice: "No quiero hacerlo por medio de tinta y pluma. Mas bien espero verte dentro de poco y hablaremos cara a cara.
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